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Mostrando entradas de 2017

Hasta la luna... y vuelta

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Hasta la luna... y vuelta Ella, a veces, también cuenta cuentos. Los cuenta, pero a mí me gusta decir que "me" los cuenta. Éste es de una liebre mamá y una liebre hija. Como ella y yo. Lee muy bien. Le gusta leer bien. Lee con entonación y dice "yo te quiero de aquí a la luna... y vuelta" y en el "y vuelta" le pone un énfasis especial. Me dice que el narrador debe leer con más entonación. Quiere ser profesora de infantil, así que tiene que aprender a leer a los niños de forma que les guste: "porque si no, no me van a hacer caso...". Pone énfasis en las frases, y cuando habla la liebre pequeña se distingue perfectamente que ella es pequeña y la madre es grande. - "No le pongo voz de pequeña... es que la liebre es pequeña". Sus eses son muy sonoras. La niña es muy de Madrid... Y su voz es verdaderamente dulce. Estoy convencida de que le sale directamente del corazón. La liebre y su madre siguen viviendo ave

Se miraban a los ojos...

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Se miraban a los ojos … …y escribían. Primero uno. Luego el otro. Mientras uno ponía toda la dedicación en su turno correspondiente, el otro esperaba paciente. No era una espera pasiva. Había observación, complicidad, compartir el momento. Era como si, incluso sin saber qué palabras estaba utilizando el compañero, fuera partícipe de ellas. Una suerte de telepatía oculta. Había juego infantil en sus miradas. En sus frases. La expresión escrita trascendía a las personas y creaba un tipo de relación espiritual. “Entre montañas que siguen siendo nuestras, el gigante desafía” La magia era, sin duda, la inocencia de no saber lo que estaba pasando, lo que se estaba construyendo. Parecía un relato más, intrascendente, inofensivo... pero en común. Eso es lo que lo hizo diferente y único. No sabían retórica, ni técnica literaria, ni recursos estilísticos. Sentían lo que se decía y cómo se decía. Sentían el entorno, las vivencias compartidas… y todo aque

Mi querida Ñ

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Mi querida Ñ Me encantaba, en mis viajes infantiles, que mi madre nos enseñara canciones. Era divertido, entretenido y muy enriquecedor. Por la música, por supuesto, pero más por la forma en que ella lo hacía. Una muñeira, una sevillana, una en euskera, ahora en catalán... sin faltar canciones en francés, italiano o alemán. El mio Xuan miróme díxome: galana ¡qué guapina tas!. Y esa gitana, y esa gitana y esa gitana… Se conquista bailando por sevillanas. Haurtxo polita sehaskan dago, zapi xuritan. O Tannenbaum o Tannenbaum wie treu sind deine Blätter!. Quin dolç cant, tot plovent per terres i els teulats. Incluso en latín, porque quien a sus antepasados parece, honra merece. Gaudeamus igitur iuvenes dum sumus. Así lo hacía con sus hijos, como también con sus alumnos. Enseñando a toda una generación y parte de otra, la variedad que ofrece el folklore popular; la tolerancia que subyace en el folklore popular. Me encanta el concep

Un juego de niños

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Todos los muñecos están dentro de la caja. Perfectamente ordenados. Cuando acaba de jugar los deja colocados para encontrarlos al día siguiente. Los manda a dormir. Están cansados tras un largo día. Y, de noche, todo es silencio. Coloca las camitas y, a su lado, pequeños despertadores.  Por la mañana abre la caja y, una vez despiertos y desperezados, se inventa para ellos interesantes historias.  Los saca de paseo, los junta, lo separa, les añade muñecos en versión pequeña y los lleva a guarderías, escuelas, universidades... Ya veremos cómo acaba la historia que crea con ingenio para cada uno. Le encantan las sorpresas.  Los agrupa por colores, por familias, por razas...porque, aunque se compran por separado, cree que pegan mejor en grupo. Es como si estuvieran más ordenaditos entre iguales. Alguna vez que juega a mezclarlos salen chispas. Se inventa reyertas en las que hay espadas y cañones. Y alguno de ellos cae al suelo... Malherido. Les da o les qui

Sequía

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Sequía Lo asola todo. Es tristísima. Tierra muerta, agrietada, avejentada por el calor, por el efecto del sol. Acaba con la presencia animal y vegetal sin piedad. Sólo sobrevive el que, por suerte, fue concebido para adaptarse a un ecosistema tan inclemente. Provoca llanto y añoranza de un tiempo mejor: visiones de eternos prados, grandes bosques, remansos de paz llenos de frutos silvestres, floreciente primavera… Un reptil trepa por una roca fosilizada; un rastrojo vuela con la ayuda de un viento que abrasa cualquier rostro que ose aventurarse en este escenario; un cactus alardea de sentirse en casa. El astro rey no perdona. Da y quita vida a su antojo. Campos desnudos. Arados en huelga. Aperos llenos de telas de araña. Agricultores sin sentido que miran al cielo buscando un atisbo de lluvia. El recuerdo de buenas y provechosas cosechas y el anhelo de trabajar de sol a sol para abarcar la producción de la temporada. Nada en mis folios. Ni una coma,

Material World

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Material World Hay mujeres que visten de negro.  Hay hombres que están en la sombra.   Hay niños que duermen en el cobijo de algún lejano lugar creyendo que esto pronto pasará.  Hay gente que escribe cartas de despedida pidiendo perdón por desertar y por ello dejar de existir. Gente a la que la memoria quiere olvidar pero que algunas personas se empeñan por rescatar. Todo eso hay y de todo soy ajena.   Hay mujeres a las que se les salta una lágrima cuando piensan en que no son una gota en el océano, sino que realmente sus actitudes están cambiando el mundo.  Otras que desde su primer trabajo académico todo se ha centrado en la búsqueda de la paz desde todas sus vertientes y perspectivas.   Hay, en particular, una mujer linda por dentro, inteligente, humana y linda por fuera, porque su sonrisa es pura y verdadera. Y ella, emulando a su padre y a su abuelo con su pequeño gran granito de arena con el que construye un desierto, va de puntillas dejando un legado humil

¡Castigada!

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¡Castigada! – ¡Ya voy! – contesta a su madre que, como tantas otras veces, la reclama. Mami no me entiende; me llama para cenar en lo mejor del libro o cuando dibujo al perfecto protagonista de mi último cómic o en el preciso instante en que suena la melodía que busco para mi pequeño violín. No respeta mis momentos de inspiración. En fin, saldré a cenar. No quiero que me castigue. Nadie en la cocina y una nueva llamada. – Ya voy mamá – contesta de nuevo acercándose hacia el lecho donde su anciana madre reclama su medicina diaria

No tocar... le he echado vitaminas

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  No tocar… le he echado vitaminas Orquídea. Curiosa flor. Dicen que regalar una es transmitir un mensaje de belleza hacia quien se ofrece, poniendo en evidencia la alta consideración y estima que la persona despierta. Que despierte estima a esos cinco “minions” es algo que agradecí más que la propia flor, pero dicho eso – lo más importante por cierto –, me quedaba la tarea de cuidarla como se merecía. ¡Y qué poca mano tengo para las plantas! Algo que no me perdono viniendo de abuelas, tía, madre, marido y suegra con mano divina para ellas. ¿Me la llevo a casa? ¿La dejo en la ofi? A Soni se le dan bien las plantas pero dice no saber de orquídeas. Se mete en internet, me pide un vaporizador y, cada mañana, viene a echarle un vistazo para ver cómo sigue. En ese intervalo, misteriosamente, la orquídea aparece fuera de la maceta que formaba parte del regalo. Y va la orquídea un día y pierde una hoja, y luego otra y así empieza a preocupar- nos. Una tarde Carm

El color de tu vida

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      El color de tu vida   Verdades como templos Mentiras piadosas Patrañas que dan miedo Realidades sinuosas   Desidias que hacen daño Envidias que corroen Esperas de año en año Finales que reponen   Reliquias de otro tiempo Licores que me esconden Rincones que no encuentro Juguetes que me oyen   Si la verdad no existe Si la mentira perdura Que sea hoy el momento De plena y dura amargura   Nada es verdad ni mentira Todo es según el color… con el que tú te tomas la vida  

Cómo me siento

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Cómo me siento Me siento con la espalda ciertamente encorvada, postura provocada por horas y horas de ordenador y mala higiene postural, como les da a los finos por llamarlo ahora. Me siento también en el borde de la silla, como si fuera a salir corriendo en cualquier momento por no sé qué motivo que desconozco pero que me mantiene alerta. Me siento cansada al final del día. Muchas veces recogiendo la cocina, a veces en un sillón y otras muchas ya tumbada en la cama deseando dormir bien. Me siento cansada pero no son mis piernas ni mi espalda las que lo están.  Me siento triste y contenta el mismo día varias veces, porque la melancolía no puede con todo el agradecimiento a la vida, pero el agradecimiento a la vida es motivo – muchas veces- de melancolía. Ella se sienta sobre una silla de enea que es su mundo, su transportador de ángulos, la prolongación de su cuerpo y su vehículo sin motor. Se sienta cada día y de ahí no se levanta. Se siente afortunada

Tadeo

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Tadeo Tadeo quiere ser asesino en serie. (Con este comienzo cualquiera sigue…) Es de tez morena y pelo no menos moreno, casi negro. No es guapo, pero tampoco es feo. Ya se le imagina corpulento en un par de años, así como se le imagina un futuro sombrío. No conoce más que un hogar que es el único suyo, pero que no le pertenece. En ese lugar los olores tienen dudosa procedencia pero se respira cobijo. No falta de nada, pero se echa en falta algo. También se le imagina una madre que lucha, con la vida, con las personas, con su propio hijo.  Alguien que se levanta soñando con un futuro mejor sin darse cuenta de que el mejor futuro que pueda soñar está en el que su propio hijo podría tener. Llega cansada y decepcionada cada día, puede que después de limpiar varias casas, varios baños, varias cocinas y haber cogido varios autobuses, algún tren y haber caminado largo rato. Tira la toalla cada noche. Tadeo no conoce el sent

Mi mundo controlado y chiquito

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En este pequeñito mundo hay una plaza, varias calles y un pueblo. Varias familias, parientes que asocio y otros que no. Hay fiestas previsibles y costumbres conocidas. Las temperaturas nunca sorprenden. Sabes que diez días en julio manga corta y el resto de verano calcetín y chaquetita de noche. En invierno, abrigo sin interrupción. Es un mundo que casi abarco con la mirada, con dos miradas, con tres a lo sumo. Tras la mañana, que es bien larga, hay un mediodía no menos largo, una sobremesa sosegada y una tarde que llenar de vida. Y aún nos resta una noche a prolongar donde susurrar secretos de los que se cuentan lento, porque uno no tiene prisa ni por dormir ni por despertarse. No hay inquietud. Tacho “in”. Sólo quietud. No hay incertidumbre. No miedos. Como es chiquito voy y vengo en un plis. A veces se hace reducido, porque lo es, pero siempre es mucho más que suficiente. En los mundos grandes, in

Despiértame; tengo dos niños

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Un día la vida te da un revés. Es como si te dijera: “¿Me ves?, pues puedes dejar de verme…” Es como si te pusiera a prueba. “Ahora sí que vas a jugar de verdad, hasta ahora era puro entrenamiento”. A ella el revés debió darle fuerte. No sé detalles pero los intuyo detrás de esa dulzura, esa sonrisa atenta y esa sublime educación. Debió existir un día en el que se encontró mal, así como llegan las desgracias: sorpresivamente. Y de ahí al quirófano un suspiro. Uno de los dos apenas debía haber empezado a decir “Mamá”. El otro no debía llevar mucho en Infantil. Auténtico comienzo del primer entrenamiento. Todos los partidos por delante y con necesidad de una buena entrenadora. Imagino también a unos padres planteándose la inversión de la ley natural sin comprender nada sobre esa que te da y te quita. Esa vida caprichosa que juega y nos hace jugar. Imagino a un marido empezando a ejercer el papel protagonista de una bonita pareja, preguntándose si ten

Niños blanditos

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Niños blanditos Ya me lo había comentado él y hoy he vuelto a escucharlo en las noticias: Nuestra generación está criando niños blanditos. Hace unos meses leí un libro cuyo título era “Padres blandiblup”. Así que definitivamente de unos padres así sólo pueden salir niños blandos. Es cierto que a la llamada de “¡¡¡¡¡¡Mamáaaaaa!!!!!” y de “¡¡¡¡¡¡¡Papáaaaaa!!!!! hemos dejado de hacer cualquier cosa que estuviéramos haciendo, y con cualquier cosa me refiero a cualquier cosa incluidas las de intimidades escatológicas, para atenderles como alma que lleva el diablo. Sí. Ese es nuestro delito. Eso hemos sido esta generación y nuestra pena por ello, dicen, es tener como resultado unos niños blanditos. Dicen que les hacemos los deberes, que les damos todo, que no hemos entrenado su tolerancia a la frustración. Les hemos estado mirando con lupa desde que han nacido: su piel, su vista, su pelo, su percentil … Por cierto, hasta que uno es padre no sabe qué es ni