¡Castigada!





¡Castigada!


– ¡Ya voy! – contesta a su madre que, como tantas otras veces, la reclama.

Mami no me entiende; me llama para cenar en lo mejor del libro o cuando dibujo al perfecto protagonista de mi último cómic o en el preciso instante en que suena la melodía que busco para mi pequeño violín. No respeta mis momentos de inspiración. En fin, saldré a cenar. No quiero que me castigue.

Nadie en la cocina y una nueva llamada.

– Ya voy mamá – contesta de nuevo acercándose hacia el lecho donde su anciana madre reclama su medicina diaria

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