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Mostrando entradas de noviembre, 2021

Cielo mío

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  Hoy el cielo eran muchísimos cielos: un espectáculo de cielos conviviendo en una misma mañana, como recortados y pegados de diferentes días y diferentes momentos atmosféricos. Un collage anacrónico.  Había zonas en las que la luz penetraba entre las nubes y reflejaba de arriba abajo, siguiendo una línea recta dibujada por un cartógrafo con fuerza superior.  En esa zona predominaba el amarillo, un amarillo como dorado, tamizado con unos reflejos que se entrecortaban con el azul de fondo, aportando volumen y relieve.  El día, en ese espacio, tenía pinta de ser un gran día y de ponerse abriguito camino de la oficina.  Había también una zona gris oscura, amenazante, inquietante, lúgubre, con nimbos llenos de ganas de llover y oscuridad tenebrosa por la que llamar al trabajo con voz de dolor de cabeza y darse la vuelta para refugiarse en casa. Un gris familiar de tormenta bajo las sábanas o de botas de agua y paseo, según el humor que toque. En otra franja las nube...

Bochito

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El bueno de Juan nos llevaba en su Bochito . Nunca supe por qué le puso ese nombre a su “Dos caballos”.  Hasta diez niños nos apelotonábamos en los diferentes recobecos de su habitáculo cantando a coro la canción que le dedicó: “ Bochito, bochito … en el pueblo tendrás trabajito”, mientras él, con la mano derecha sujetaba levemente el volante y, con la izquierda, saludaba pronunciando su “¿Qué tal?”. Repetía ese mantra unas cien veces al día, tantas como habitantes tenía el pueblo. La posibilidad de chocar contra cualquier artefacto nunca estuvo en nuestra cabeza, aunque seguro estuvimos cerca. Su sonrisa era perenne y sirvió de refugio a muchos de los habitantes. Su figura era alta, encorvada, arqueada como para ofrecer protección a quien con él conversaba. Era amigo del hombre y compañía sincera, con un diminutivo para cada ser. Y después fue viajero infatigable para llevar la esperanza a otras tierras. “Podéis ir en paz”. Y él, Don Juan, así lo hizo.