El moco
Entra en la sala de reuniones con su aire serio y profesional, con su traje bien planchado y con unos ademanes y forma de andar que ya no sabe si son suyos de verdad o, de tanto ensayarlos, se quedaron a formar parte de su persona, como su traje. Se diría que es un traje a medida o casi mejor, que el cuerpo se le ha hecho a medida del traje. Se ha limpiado los zapatos, no sabría decir si con Kanfor o con con la esponja Yak, yo apostaría por lo segundo porque tiene pinta de mantenerlos bien limpios y no necesitar más que una leve pasada cada día. Huele bien. Dios sabe cuántos perfumes distintos probó para elegir el que, definitivamente, reflejaba su personalidad, su profesionalidad… y a juego con el traje y los zapatos. Desprende un olor a Loewe o similar, un olor caro, un tanto pretencioso pero con un aroma a madera agradable al sentido del olfato. Como si ese olor completara al individuo. Abre la reunión con su corrección característica, utilizando alguna que otra palabra gr