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No tocar... le he echado vitaminas

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  No tocar… le he echado vitaminas Orquídea. Curiosa flor. Dicen que regalar una es transmitir un mensaje de belleza hacia quien se ofrece, poniendo en evidencia la alta consideración y estima que la persona despierta. Que despierte estima a esos cinco “minions” es algo que agradecí más que la propia flor, pero dicho eso – lo más importante por cierto –, me quedaba la tarea de cuidarla como se merecía. ¡Y qué poca mano tengo para las plantas! Algo que no me perdono viniendo de abuelas, tía, madre, marido y suegra con mano divina para ellas. ¿Me la llevo a casa? ¿La dejo en la ofi? A Soni se le dan bien las plantas pero dice no saber de orquídeas. Se mete en internet, me pide un vaporizador y, cada mañana, viene a echarle un vistazo para ver cómo sigue. En ese intervalo, misteriosamente, la orquídea aparece fuera de la maceta que formaba parte del regalo. Y va la orquídea un día y pierde una hoja, y luego otra y así empieza a preocupar- nos. Una tarde Carm

El color de tu vida

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      El color de tu vida   Verdades como templos Mentiras piadosas Patrañas que dan miedo Realidades sinuosas   Desidias que hacen daño Envidias que corroen Esperas de año en año Finales que reponen   Reliquias de otro tiempo Licores que me esconden Rincones que no encuentro Juguetes que me oyen   Si la verdad no existe Si la mentira perdura Que sea hoy el momento De plena y dura amargura   Nada es verdad ni mentira Todo es según el color… con el que tú te tomas la vida  

Cómo me siento

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Cómo me siento Me siento con la espalda ciertamente encorvada, postura provocada por horas y horas de ordenador y mala higiene postural, como les da a los finos por llamarlo ahora. Me siento también en el borde de la silla, como si fuera a salir corriendo en cualquier momento por no sé qué motivo que desconozco pero que me mantiene alerta. Me siento cansada al final del día. Muchas veces recogiendo la cocina, a veces en un sillón y otras muchas ya tumbada en la cama deseando dormir bien. Me siento cansada pero no son mis piernas ni mi espalda las que lo están.  Me siento triste y contenta el mismo día varias veces, porque la melancolía no puede con todo el agradecimiento a la vida, pero el agradecimiento a la vida es motivo – muchas veces- de melancolía. Ella se sienta sobre una silla de enea que es su mundo, su transportador de ángulos, la prolongación de su cuerpo y su vehículo sin motor. Se sienta cada día y de ahí no se levanta. Se siente afortunada

Tadeo

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Tadeo Tadeo quiere ser asesino en serie. (Con este comienzo cualquiera sigue…) Es de tez morena y pelo no menos moreno, casi negro. No es guapo, pero tampoco es feo. Ya se le imagina corpulento en un par de años, así como se le imagina un futuro sombrío. No conoce más que un hogar que es el único suyo, pero que no le pertenece. En ese lugar los olores tienen dudosa procedencia pero se respira cobijo. No falta de nada, pero se echa en falta algo. También se le imagina una madre que lucha, con la vida, con las personas, con su propio hijo.  Alguien que se levanta soñando con un futuro mejor sin darse cuenta de que el mejor futuro que pueda soñar está en el que su propio hijo podría tener. Llega cansada y decepcionada cada día, puede que después de limpiar varias casas, varios baños, varias cocinas y haber cogido varios autobuses, algún tren y haber caminado largo rato. Tira la toalla cada noche. Tadeo no conoce el sent

Mi mundo controlado y chiquito

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En este pequeñito mundo hay una plaza, varias calles y un pueblo. Varias familias, parientes que asocio y otros que no. Hay fiestas previsibles y costumbres conocidas. Las temperaturas nunca sorprenden. Sabes que diez días en julio manga corta y el resto de verano calcetín y chaquetita de noche. En invierno, abrigo sin interrupción. Es un mundo que casi abarco con la mirada, con dos miradas, con tres a lo sumo. Tras la mañana, que es bien larga, hay un mediodía no menos largo, una sobremesa sosegada y una tarde que llenar de vida. Y aún nos resta una noche a prolongar donde susurrar secretos de los que se cuentan lento, porque uno no tiene prisa ni por dormir ni por despertarse. No hay inquietud. Tacho “in”. Sólo quietud. No hay incertidumbre. No miedos. Como es chiquito voy y vengo en un plis. A veces se hace reducido, porque lo es, pero siempre es mucho más que suficiente. En los mundos grandes, in

Despiértame; tengo dos niños

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Un día la vida te da un revés. Es como si te dijera: “¿Me ves?, pues puedes dejar de verme…” Es como si te pusiera a prueba. “Ahora sí que vas a jugar de verdad, hasta ahora era puro entrenamiento”. A ella el revés debió darle fuerte. No sé detalles pero los intuyo detrás de esa dulzura, esa sonrisa atenta y esa sublime educación. Debió existir un día en el que se encontró mal, así como llegan las desgracias: sorpresivamente. Y de ahí al quirófano un suspiro. Uno de los dos apenas debía haber empezado a decir “Mamá”. El otro no debía llevar mucho en Infantil. Auténtico comienzo del primer entrenamiento. Todos los partidos por delante y con necesidad de una buena entrenadora. Imagino también a unos padres planteándose la inversión de la ley natural sin comprender nada sobre esa que te da y te quita. Esa vida caprichosa que juega y nos hace jugar. Imagino a un marido empezando a ejercer el papel protagonista de una bonita pareja, preguntándose si ten