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Porque lo cierto es...

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Porque lo cierto es... Porque lo cierto es... que siempre escribí Y esto es una verdad como un templo. Porque durante noches de años lo hice y, porque cuando dejé de hacerlo, de alguna manera seguía en mi mente, sin pluma, sin estilográfica, sin boli bic. En un coche viendo pasear a una guapa chica, inventaba para ella una historia con frases emblemáticas. En una experiencia inusual redactaba el final o el transcurso, a medida que iba viviendo sin dejar de hacer ni una cosa ni otra. Enfadada conmigo misma o riéndome porque me recuerdo a Ali McBeal, lo redacto y lo escribo en un cuadro imaginario que no tiene trazos sino palabras. Y frases lapidarias y contundentes para cada momento. Y cuando leo escribo. Y cuando imagino, escribo. Lo cierto es que no dejé nunca de escribir y lo cierto es que nunca fui consciente de lo que lo necesitaba. Sin talleres literarios. Sin rigor de estilo. Sin cursos de corrección. Con la mera rapidez de una mecanografía bien avanzada

Guapa a rabiar

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Guapa a rabiar Era bella natural. Bellas de las que no se dan importancia y, por eso mismo, aún lo son más. Una belleza armónica, serena, pluscuamperfecta o, dicho de otro modo, única, personal y qué se yo. La belleza le venía de su desatención a la misma, de su aparente ignorancia hacia la estética. Parecía decir: no me interesas en absoluto . No pierdo mi tiempo con esas menudencias. Pasaba tan por encima de su propio aspecto que no se percataba de las múltiples miradas que se volvían a su paso; de los infinitos corazones que había roto en innumerables noches en vela; de los piropos pensados o verbalizados al aire. Su secreto mejor guardado: no lo sabía y no lo sentía. Tenía una mirada donde se podía ver indistintamente el cielo o el mar, según ella estuviera de un humor u otro. Esa potestad sobre la naturaleza le transfería un aire enigmático. Su cadencia al andar era, casi, musical. Se podía decir que componía una melodía con el vaiv

Presencia

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Presencia Sí canto Sí rezo Sí leo Sí comparto Sí emociono Sí quiero Sí siento Sí anhelo Sí deseo Sí amo Luego… escribo

Ausencia

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Ausencia No vengo No vuelvo No estoy No siento No nada No creo No invento No intento No lucho Luego… no escribo

Desayuno octogenario

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Desayuno octogenario Buenos días abuelita Rocío,   Sé que hoy quizá te cueste levantarte. Quizá te duelan los riñones, la pierna y no tengas muy allá la cadera,  pero al otro lado estaré yo. Desde que me quitaron la próstata, mis hernias de espalda y perdí oído,  no he vuelto a ser el mismo.   Me levantaré, me ayudarán a vestirme y, “corriendo”,  llegaré hasta   la plaza del pueblo del futuro   a tomar un té con leche del futuro. Allí a lo lejos… ¡Ese soy yo! Han pasado 40 años exactamente, pero en eso quedamos ¿no?. Al otro lado estoy yo.   ¿Te voy pidiendo un café? PD: te cito algo más tarde de lo habitual que los ritmos son distintos.   Estimado compañero del pasado,   Nunca creímos que 40 años fueran a pasar tan rápido.   ¿Montaste tu negocio? ¿Puse yo el mío en la plaza de Pedraza?   ¿Alguno de ellos siguieron la vía de la música? ¿Fueron ellas aún más princesas de lo que aún prometían?   Los achaques de los 40 no fuer

Bartolo tenía...

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Bartolo tenía... Tenía una cebra grey de rayas marrones y blancas casi en peligro de extinción y, cuando se miraba por el agujero primero de su flauta, se lograba ver una mezcla entre caballo y cebra común. Bartolo tenía también ñus azules con cara de pocos amigos y un exotismo inusual, porque que tu nombre empiece con "Ñ" debe imprimir carácter sin duda... Tenía también gorilas, por llamarles por su nombre original en honor a Dian Fossey. Por el segundo agujero de su flauta se veía a una mujer entregada a este animal más hombre que algunos hombres y se veía también a hombres más animales que algunos animales, esperándole a la vuelta de la esquina con unos cuchillos a los que ella era ajena. Por el tercer agujero de la flauta de Bartolo se podía atisbar, como lo hizo Dian, la madre gorila y su retoño en actitud de madre e hijo humanos. Imposible pensar que sólo un cromosoma tengan la culpa de una diferencia apenas imperceptible en algunos momentos. Su m