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Burbujita

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BURBUJITA “Burbujita” Así de dulce. Tan redonda y tan ligera que se podría soplar con fuerza y, con seguridad, llegaría al cielo. “Zapatitos” Minúsculos; pequeños. Siempre casi a estrenar por la rapidez con que cambian de número. Sólo recorrido una parte del camino. “Manita” Esa mano protectora que piden agarrar con fuerza. La mano que todo lo puede y que todo lo cura. Y la suya, fracciones matemáticas de la tuya que se convierte en múltiplo de esa pequeña a la que envuelve y acaricia. “Camita” Un lugar seguro en el que atesorar los sueños infantiles. Allí donde el edredón más amoroso espanta los fantasmas con la grandísima fuerza de las “Buenas noches”. “Amiguitos” Ellos; los auténticos. Aquellos con los que compartir mocos, un trozo de tu sándwich y el mismo vaso de agua. Y con los que aprender juntos canciones simplonas y las primeras palabras. Sin trampa; sin cartón; sin medias vueltas. Te miro; me miras; jugamos. Un mundo pequeño en el

Cartas de una existencia normal

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CARTAS DE UNA EXISTENCIA NORMAL Querida Mamá Lele: Esta noche las ESTRELLAS que pegué en el techo de mi habitación brillarán menos que de costumbre cuando apague la luz para irme a la cama. Esta noche mi corazón siente un dolor tan hondo que parece no querer abandonarme durante largo tiempo. Hoy siento el peso de la edad, del tiempo, de la existencia… y duele. Recuerdo paseos tranquilos y sosegados recorriendo el pueblo en tardes lluviosas, y comprar un décimo de lotería con la ilusión mantenida durante décadas de que esa Navidad, sin duda esa sí, el gordo sería para nosotros. Recuerdo partidas de cartas y series de televisión interminables en las que cada capítulo parecía dar paso a otros dos mil, a cual menos interesante. Recuerdo el frío en las mejillas y el olor del café de cada tarde. Te recuerdo y me siento triste. Un beso muy fuerte. Querida Mamá Lele: Hoy el día me ha sonreído porque yo le sonreí a él al despertar y quiso ser galante conmigo.

Un cuento que te ponga contento

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UN CUENTO QUE TE PONGA CONTENTO Quiero contarte un cuento que te ponga contento. Si lo lees, me conformo. Si llegas hasta el final, triunfé. Si te saco un sentimiento, ya mereció la pena. Si te hice pensar, conseguí mi objetivo. Si recapacitaste, tus neuronas retumbaron. Si no estuviste de acuerdo, removí tu criterio. Si quisiste sublevarte, invadí tu conciencia. Si quieres gritar, estás vivo.

Pasatiempo

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PASATIEMPO Se miraba al espejo a menudo y buscaba las siete diferencias. 1)        Un ramillete de canas que no existían. 2)        Dos arrugas adicionales. 3)        Una mancha ligada a los veranos en Altea. 4)        7 kilos de más ubicados en los sitios más inoportunos. 5)        Una vena fuera de su cauce natural. 6)        La dureza de las sandalias de plataforma. 7)        La curvatura de la espalda mucho más pronunciada. Hecha un ocho en lugar de un uno. Pero las diferencias eran otras. Se había equivocado. 1)        La sabiduría del color de su pelo. 2)        Los párpados caídos para tapar todo lo que ya no le gusta ver. 3)        Una piel más curtida para hacer rebotar las envidias. 4)        Un cuerpo más mullido para amortiguar las “cornás” que recibes. 5)        La sangre fluyendo por sus arterias. Pura vida. 6)        Tantos caminos andados para llegar hasta el hoy. 7)        Espaldas anchas para poder con todo. Mejor hag

Cuatro puntadas

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Cuatro puntadas Una para atrás y dos para adelante. Así, paso a paso. Una para atrás y dos para adelante. La misma distancia, el sonido sistemático de la máquina de coser, el hilo girando incesantemente y el final de la historia. Festoneando, hilvanando, sobrehilando. Decorando mi vida con pequeñas puntadas que, a su vez, remiendan cositas. Descoser los errores anteriores; rematar las labores y cortar la tela por lo sano. La búsqueda de la combinación de colores perfecta para el patchwork más complejo nunca realizado: rústico, campestre, vintage, romántico, demodé… Fiel reflejo de lo que uno es. Me falta hilo; he de comprar más.

No érase una vez

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NO ÉRASE UNA VEZ No érase una vez. No había duendes ni hadas. No hubo final feliz ni beso de despedida. Las noches no eran tan estrelladas como en los cuentos, ni el agua tan cristalina. No érase que se era ni la princesa  ni el príncipe, ni las ranas ni los sueños, ni una escoba con su bruja piruja. No érase ni el bueno ni el malo. Ni el vengador ni el pobre. No le habían contado ningún cuento. No existía la fantasía. No existían mundos inimaginables por explorar. No conocía a Perrault, ni a Hans Christian Andersen, ni tan siquiera a Esopo. No sabía de Platero, de Hansel, de Pulgarcito, del Enano Saltarín, de Epaminondas ni del Gallo Kiriko. No le besaron para deshacer el hechizo. No encontraba varita mágica alguna. Los superpoderes eran producto de alguna industria cinematográfica. No érase una niña, ni su cuento, ni su madre a la cabecera para leerlo. No érase la historia de antes de dormir, la historia que calma, que quita miedos, que relaja, que hac