Prefijos








La lengua castellana es increíble. Pura magia. 

Tienes inquietud y sólo con tachar “in” te buscas el sitio más tranquilo imaginable, paras tu mundo interior incansable y encuentras la paz. Tienes incertidumbre y sólo con quitar el mismo prefijo, lo ves todo claro, cristalino, nítido.

Si te desmelenas la sueltas todo lo larga que es, porque no te dejaban ser quien eres y la peinas por las noches cien veces, para que luzca bonita y brillante. Fuera el “des” y se van los desamores, los desencantos y los desencuentros para dar paso a un amor puro que un hada madrina con su varita se inventa para ti. Un hada encantada buena que te da equilibrio.

Los atípicos por ser distintos ya valen más. Y, si obvias la “a”, aparecen las costumbres, lo popular, lo transmitido de generación en generación, la esencia que vale también y mucho.

Los ateos no quieren saber nada de Dios pero buscan respuestas desesperadamente, mientras esos mismos desesperados que no pueden con nada, eliminan “des” y la vida llega, les sorprende y se tiñe todo de verde esperanza.

Con el “multi” todo es más, con el “ultra” todo es más allá, con “omni” todo es todo.

“Re” te lo duplica, “sub” te lo coloca debajo, “semi” te da sólo la mitad y “pre” te lo pone antes.
De ahí te repones, porque estabas mal puesto y te pones mejor.
Te subyugas y, después, cuando te quitas el yugo ya no hay quien te pare.
Te semi alimentas y luego te das cuenta de lo bueno que está un chocolate con churros.
Te preocupas porque crees que por hacerlo por adelantado será mejor y lo único que consigues es ocuparte dos veces: reocuparte.

Así que búscate un buen prefijo y que la suerte te acompañe.


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