La suerte es el máximo cuidado en el mínimo de los detalles






La suerte es el máximo cuidado en el mínimo de los detalles


Un mentor es alguien que cree en ti. Un mentor cree en ti mucho más de lo que tú crees en ti mismo.

Un mentor te apoya incluso cuando, de inicio, tú a él no le apoyas. Generosidad pura.

Así que un mentor es generoso y te traslada su conocimiento de forma altruista. Construyendo algo, con cincel y martillo.

Un mentor es tu foco. Te ilumina más de lo que te iluminas por ti solo.

Te da a elegir, en un momento dado, entre una pastilla roja y una negra, para que cambies tu destino si es que quieres. Y te dice frases como “ellos son gatos, tú eres tigre”, porque tiene una expresión para cada una de las situaciones y porque ve en ti cosas mágicas que tú ni atisbas.

El mentor te habla del número cuatro mágico, de Enric Corbera, de la maca o del pilates. Te recita fragmentos enteros de películas, dichos costumbristas o frases heredadas de un ilustrado padre.

Un mentor te suelta dos frescas sin malicia para que aprendas, pero luego va y te coloca cojines mullidos para recostarte. Siempre un sitio donde refugiarse.

Y este mentor, que se merece más de lo que a veces le da la vida, se cae y se levanta y se cae y se levanta. Porque los mentores son fuertes de mente y no se rinden. Y te ayudan a que tú no te rindas, aunque seas mimado y cobardica.

Y van entrenando -poco a poco- su mano izquierda, porque los mentores también se dejan enseñar. Escriben con la izquierda, se atan los zapatos con la izquierda y saludan con una sonrisa izquierda. Y se dejan colocar las tildes donde corresponde y te sonríen con una leve inclinación... hacia la izquierda.

Un mentor siempre está cerca y siempre está lejos.

Cerca para ayudar.
Lejos de alcanzar.

Y va un día y el mentor se va. Porque tiene que irse, no porque quiera irse. Y entonces te quedas compuesto y sin novio y sin mentor.

Y empieza el vértigo y sale el mimo y la cobardía.

Pero el mentor nunca se va del todo y eso te quita un pelín del vértigo, algo del mimo y la mitad de la cobardía.

Y miras atrás y las lecciones quedan, con la esperanza de haber absorbido la mitad de la mitad del memorión del mentor.

El aprendiz nunca supera al maestro, pero en el título te dejo una de las frases que podrían haber sido tuyas.

Gracias mentor.

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