A veces hay que parar. Coger aire. Reconsiderar. Mirar desde distintos prismas. Pensar que lo que era, a lo mejor ya no es. Y que la nueva mirada puede ser más luz de la luz que hubo. En algunos momentos, un receso es la garantía de poder continuar. Coger impulso desde el hoy prolongado. Paré de escribir. Tiempo. Bastante. Y no llamó a la puerta. Lucio, callado. La miel no rebosaba sobre el hojaldre. Up dejó de subir, aunque estuvo a punto de tocar las nubes. La vida era mucho más grande en vivo. Más pesada. Más contundente. Llena. PARÉ Tiempo. Bastante... Porque sí... Y no llamó a la puerta. VUELVO A ratitos. La vida sigue siendo más. Pero vuelvo.
La larga cola de novicias que se estaba formando no dejaba de sorprender a los habitantes del sombrío pueblo gallego. Unos creyeron que había sido la providencia: "Oh, Señor mío". Otros, que el nuevo y apuesto párroco: "Oh, Don Gregorio". Algunos, que la madre superiora, llegada de la aldea vecina y afamada por sus manos para la repostería. Incluso hubo quien pensó que, tras la perdida de sentido, la sociedad volvía a los orígenes: al recogimiento y a la contemplación. Un reel de @viveallimite a sus más de seiscientos mil fieles seguidores tuvo la culpa. "¿Emociones fuertes? Ni parapentes ni ayahuasca. Entra en un #convento. ¡Y déjate de memeces!"
Detrás del espejo. En la ola que volvió al mar. En los dobladillos de los pantalones En el pliegue de tu cuello. En la palabra que no me atreví a pronunciar. En la persona a quien no conocí. En la dimensión que no atravesé. En la vida que me impidieron vivir. Allí estás y allí estoy.
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