Retorno



XXII Conciertos de las Velas / 6 de julio de 2013
 
RETORNO

Retornar siempre le resultó reconfortante.

 

En aquella búsqueda de paz infinita, retornar al abrigo de la niñez se le había antojado la solución más verosímil para su actual presente.

Era un retorno que aparentaba ser físico cuando, lo cierto, es que se trataba de un puro y absoluto retorno mental.

Volvía a sus orígenes, a sus lugares y a sus costumbres y se recostaba en ellos como si de los cojines más confortables se tratara.

 

Toca

 

Encontraba mullido el olor de aquella casa, el pisar de los zapatos sobre aquel frío suelo. Le resultaban cómodos los sonidos y las estancias de aquel lugar.

Y entonces empezaban a llegar, engarzados y en grupo, agolpándose unos sobre otros, queriendo entrar todos a la vez…los recuerdos.

Un décimo de lotería que había que comprar cada Navidad, “los ciegos” y la cantinela de cada sábado, manteniendo la ilusión entre los dedos: “¡¡No nos ha tocado la lotería!!”.

Unas manos con asperezas que ofrecían una paradójica suavidad.

 

Saborea

 

Un par de lechugas, un kilo de puerros y otro de acelgas para dedicarles ratos eternos de limpieza y desinfección, manteniendo la tradición y la pureza de huertas de extramuros, como “Los Pollales”…

La gran generosidad de la tierra… e infinita de sus gentes.

Y la entrega a los pucheros y a los guisos. En cada ocasión y en cada momento compitiendo por la primera posición, por el plato perfecto: yo con más sal, tú menos tiempo…

Guisos irrepetibles imposibles de replicar.

Y la fruta a todas horas, implícita la vida saludable en el día a día de forma innata.

 

Huele

 

Esas mañanas con olor a pimentón, amasando el tiempo casi al alba, haciéndolo entrar lentamente para dejarlo perfectamente atado hasta el próximo invierno. Un olor molesto que el paso de los años convirtió en evocador y sugerente.

Otro olor: el de la limpieza más pura. El frotar de las escaleras, el batir de las alfombras, las sábanas bañadas en lejía y puestas a secar al sol. Y aquel jabón único hecho por manos únicas. Un olor molesto entonces, evocador y sugerente hoy.

Olores maravillosos entonces, maravillosos ahora.  Evocadores y sugerentes, más hoy que entonces.

 

Mira

 

Jugar a “la rule”, subir a la olma y, con permiso paterno, llegar hasta el castillo para ver, cada noche, las estrellas más fugaces y más brillantes de cualquier firmamento conocido.

 

Madera en sillas y ventanas. La chimenea, la leña y un pensamiento en cada llamarada, un pensamiento infantil lleno de futuro y de vida.

Miles de ojos y miles de veces mirando por aquellas ventanas.

Y miles de velas para ser miradas por miles de ojos miles de veces.

 

Escucha

 

Cada viernes una lechera que transportar, escuchando el ruido del asa contra aquel frío hierro y con el frío viento en la cara. Un corto trayecto para dos pensamientos: leche recién ordeñada y el bizcocho de nata que presenciaría la mesa del desayuno la mañana siguiente. Aquella mujer emblemática cargando con una pesada cántara que contenía el verdadero oro blanco.

Un chirriar de puertas con nombre y apellidos: el lento con interrupción, el sorpresivo de bienvenida, el de acabar el día, el de la entrada de los Reyes Magos…

Las cuerdas de una guitarra en un lugar con magia, la magia en cualquiera de los lugares donde habitaba la guitarra.

Una fiesta y el sonido de la arena traída a casa por el despiste de no haberla dejado en el lugar de bienvenida. Y una reprimenda.

Carcajadas. Muchas.

 

Siente

 

Narraciones e historias infinitas a las que dedicar suficiente poca atención como para no recordar los detalles, confiando en que la memoria era más poderosa…

Las “maeras”, “la Perra Piti”, pueblos de nombres castizos e historias verdaderas… o no.

Mucho genio y más figura.

La novela, las cartas, las visitas, la virgen de acá para allá, el cura…

Matemáticas, lengua, latín en aquellas paredes, mezclándose con el olor a cordero, croquetas y pollo asado. La mezcla de la vida aderezada de personajes propios y ajenos, ilustres monarcas, literatos, actores y actrices, anónimos importantes para este sentimiento.

Una sonrisa en cada llegada, un beso en cada partida. Un lugar confortable para el corazón y para echarse a dormir.

Aquel lugar del recuerdo, reconfortante, mullidito. Calentito en invierno y fresco en verano. Humano.

 

Un lugar de suerte donde poder volver siempre.

 

 

 

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