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Ella, él y el mar

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  Ella, la soledad Él, el salitre Y el mar Ella, mi niña Él, mi barco Y el mar Ella, la proa  Él, el marinero Y el mar Ella, la luz Él, el atardecer Y el mar Ella, la tierra Él, el sol Y el mar Ella, la sombra Él, el horizonte Y el mar Ella, la mar Él, el mar Y, como siempre, el inmenso mar

La quinta capa

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  La gente tiene capas. A simple vista solo se aprecia la primera. Y hay quien no tiene más La primera capa , para qué negarlo, puede ser muy vistosa y abrir puertas. Esa capa de ojos azules, de porte elegante, de figura esbelta y moldeada, de esplendor general. Con esa capa uno se apaña un tiempo, pero tiene fecha de caducidad. Y la gente con una capa también tiene fecha de caducidad. Si solo se tiene una capa los ojos son menos azules, la elegancia se disipa y el cuerpo resulta más achatado, diría yo que hasta un conjunto menos armonioso. Las conversaciones de una capa tienen que ver con cremas autobronceadoras, blusas de moda, el último móvil y alguna pesa más pesada que la pesa que cogí el día anterior. Normalmente esa capa se luce en redes sociales y se decora con una sonrisa forzada. Se acabó. La primera capa no da más de sí. Como las personas de una sola capa.   Tener una segunda capa cambia un poco el conjunto. En la segunda capa hay conceptos colocados en caja

La casa que me habita

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  Ella está en mí. Podría parecer que yo estoy en ella… pero no, ella está en mí. Creo que yo la habito… pero no, ella es quien me habita. Fue ella quien me eligió tras decenas de búsquedas en idealista.com. ¡Curioso! Idealista… ¡Como yo!. Era una señal. Buscaba, como todos, un hogar. No de esos de revista de decoración, no. Tampoco de esos en los que reza un “Home is where the heart is” o “Home, sweet home” . No. Un hogar que no me dejara indiferente. Eso es. Que no me dejara indiferente él a mí. ¿O era yo la que no debía dejarle indiferente? ¿Quién eligió a quién? Me daba igual que fuera femenino o masculino; femenina o masculina. Me daba igual que fuera casa u hogar, pero no quería una vivienda o un domicilio. No quería una simple vivienda con ladrillos en su ser, ni quería un domicilio en el que recibir la poca correspondencia que me llega. Sabía, como en el amor, lo que no quería. Descarté muchas propuestas. Buhardillas serpenteantes a las que acceder por un camino

Intersección

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  Anmén Ese aroma a café recién hecho. Buena gente. "Los Trigómez". Ojalá charlemos esta noche. Carmonio Ese aroma a café recién hecho. Buena gente. "Los Trigómez". Ojalá charlemos esta noche. Antonio Gómez Gómez Paseo de buena mañana. Me hago unos cuatro kilómetros y, a la vuelta, me tomo un café en el bar. El olor de ese bar es el de café recién hecho: un reclamo para los sentidos. Luego compro el pan y el periódico. Tantos años comprándolos juntos que pienso que son como Carmen y yo. Inseparables. Yo sería el periódico. Carmen el pan. Tengo recuerdos de mi infancia, pocos, pero todos ligados al salitre, la brisa marina y la pesca. Soy buena gente. No me he metido con nadie y eso me ha hecho tener una buena vida. Cuatro amigos de los de verdad y la familia, mi ancla. Me gusta el jamón a taquitos con mi vasito de vino a mediodía. No veo el telediario porque el periódico me cuenta todo lo que necesito saber. Si es con un día de retraso no cambia mi vida. Nos llaman

.com

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Hay puntos y comas Puntos seguidos Puntos y aparte... y .com Puntos sobre las íes A las cinco en punto Te callas y punto Punto en boca... y .com Hay quien hace punto Quien es "un punto" Quien puso los puntos sobre las íes Quien cambió su punto... de vista Quien encuentra el punto medio... y .com Y quien saca punta Quien ve la punta del iceberg A quien se le ponen los pelos de punta Quien coge el coche en hora punta y también... .com Diarios y diarios en .com abril 2021

Sophora japónica

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  Barrio de Salamanca, un lunes de marzo. Buena temperatura, dulce compañía. En ese restaurante con nombre de película o de libro decimonónico nos espera un menú razonable con brownie de postre.   Todo está bien. Un barrio “bien”; la mesa, bien servida; el camarero, bien enseñado; y nosotras, bien dispuestas a tomar una rica comida.   Lo único díscolo son unas pequeñas "semillas" que empiezan a caer sobre el mantel, por supuesto, bien colocado. Se retiran con la mano, como si tal cosa, pero “esa” tal cosa, no dura.   Lo que parecen briznas, tras el primer plato ya han colonizado el agua de los vasos y decorado el mantel de tal forma que, cuando el camarero recoge los primeros, se quedan dos círculos blancos a modo de técnica pictórica.   La crema, afortunadamente, era de verduras así que “ojos que no ven, corazón que no siente”.   En el segundo plato optamos por dar la vuelta a los vasos y asumir que beberíamos “a morro” para no ingerir las “semillitas in