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Horneando la vida

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Me  pusieron harina suave y esponjosa para los primeros años. Añadí azúcar para esos días en los que estaba torcidita. Le eché un par de huevos. Amasé con esmero cada amistad, cada latido, cada despertar. Ellos pusieron la base y yo añadí mi levadura. Con paciencia y a 180 grados la vida creció y yo crecí con ella. Me pincharon para ver si estaba bien cocida...y sí, ¡lo estaba! Cobertura de chocolate y unas flores de colores. Invitados a mi vida: ¿gustais?

No quise vivir

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No sentí, no dormí, no soñé... no viví. Fui un niño bobo: sin emoción, sin querer ser yo. Fui un púber tonto: sin descubrimiento ni reto. Fui un joven soso: sin esmero, sin tesón. Y un hombre ñoño: sin sentimiento ni rencor. Crecí poco por dentro y todo exteriormente. Dos metros de tío en un mundo hostil: en el metro, en el frutero... en mis noches de cuento... Un mundo gris en mis sueños, en los que no tuve y en los que no quise tener. Elegí no vivir y, durante ese tiempo, viví sin querer vivir y me olvidé de querer y de querer vivir. Nota: No permitida la vocal "A". Escolibro. Un pequeño paso adelante.

Números que te quitan el sueño y te dan la vida

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Al principio se cuenta por meses. Cada uno de ellos con sus 30 o 31 días, según proceda, con el permiso del segundo. Mes uno: el mes protector. De la sorpresa y del sueño. Mes dos: leche y pañales y el sueño no se va. Mes tres: el mes más somnoliento. No se espabila ni con agua caliente. Sueño, cansancio, sueño, sueño y sueño. Mes cuatro: el mes de las sonrisas que enamoran. Mes cinco: mira qué manos y primeras risas. Mes seis: pedorretas que quitan el sueño. Mes  siete: sueño, pa, pa, pa, pe, pe, pe... Y más sueño. Mes ocho: nuevas y milagrosas palabras: apiretal y dalsy. Y mucho sueño. Mes nueve: un gato en mi casa. Mes diez: sonidos inverosímiles y el gato sigue por mi casa. Mes once: alguien intenta mirar las cosas desde otra perspectiva. Mes doce: el de una personita que anda por mi casa. Se ha hecho con ella y lleva el mando. Yo tengo amor... y mucho sueño. Luego la cosa va por años que se agolpan entre sí como si tuvieran prisa,

Mi vida a la mitad

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Empiezo este post   con Benedetti. Leí este poema cuando era una cría y me hizo hueco en el corazón.  Le dediqué tiempo a su lectura e interioricé cosas. Ahora tiene, si cabe, más sentido. Ahora es, si cabe, más duro. Bueno, reconozcamos que no es optimista, pero es la pura vida y hay que tomarla como es, con sus aristas por doquier. Cuando éramos niños Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta un charco era un océano la muerte lisa y llana no existía. Luego cuando muchachos los viejos eran gente de cuarenta un estanque era un océano la muerte solamente una palabra Ya cuando nos casamos los ancianos estaban en los cincuenta un lago era un océano la muerte era la muerte de los otros. Ahora veteranos ya le dimos alcance a la verdad el océano es por fin el océano pero la muerte empieza a ser la nuestra. Así que retomo Benedetti en eso a lo que los americanos llaman la “Midlife crisis”. Aquí, en nuestra querida España es m

Prefijos

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La lengua castellana es increíble. Pura magia.  Tienes in quietud y sólo con tachar “in” te buscas el sitio más tranquilo imaginable, paras tu mundo interior in cansable y encuentras la paz. Tienes in certidumbre y sólo con quitar el mismo prefijo, lo ves todo claro, cristalino, nítido. Si te des melenas la sueltas todo lo larga que es, porque no te dejaban ser quien eres y la peinas por las noches cien veces, para que luzca bonita y brillante. Fuera el “des” y se van los des amores, los des encantos y los des encuentros para dar paso a un amor puro que un hada madrina con su varita se inventa para ti. Un hada encantada buena que te da equilibrio. Los a típicos por ser distintos ya valen más. Y, si obvias la “a” , aparecen las costumbres, lo popular, lo transmitido de generación en generación, la esencia que vale también y mucho. Los a teos no quieren saber nada de Dios pero buscan respuestas des esperadamente, mientras esos mismos des esperados que no

Salidas

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Cuando estudiábamos, y justo antes de empezar la Universidad, la frase que más se escuchaba entre nosotros era "tiene salidas" o "no tiene salidas". Nos referíamos obviamente a carreras en las que pensábamos que podríamos tener un buen futuro. No creo que fuéramos nosotros los que lo pensábamos, probablemente esa frase era aprendida del discurso de unos padres preocupados por dar una buena vida a sus hijos.  Lógico y normal. Incuestionable. Él decidió hacer Derecho, ella Empresariales, aquel decidió que haría Marketing y el de más allá que lo mejor era seguir por la vía de Económicas, al fin y al cabo la economía es algo que siempre hay que arreglar porque está tan mal distribuida que nos quedan muchas generaciones de estudiantes por pasar por esa carrera hasta poner media solución... Por no hablar del que decidió elegir la carrera de Informática: ¡la carrera del futuro! Así empezamos un primer curso, un segundo, un tercero, un cuarto y