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TETRIS

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TETRIS Eres para mí el plato de mi taza de café Yo soy para ti una plaza donde aparcar Fuiste llave de mi cerradura Fui timbre de tu puerta Puedo ser el gemelo para tu camisa Y tú el pendiente para mi oreja Me gusta ser el vino que cae sobre tu copa Te gusta ser la tapa de mi caña Sé boli para escribir en mi papel Seré el marcapáginas de tu libro Sé cubo, que yo seré pala Sé hilo, que yo seré aguja. Yo soy aceite, tú vinagre. Busquemos la sal.

Un día curioso

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Un día curioso Ha sido curioso. Yo, como siempre. El día, no. Algo extraño ha estado pasando. Por la mañana me hice el zumo de naranja de rigor para el desayuno y me lo tomé rápido, como suelo. Aún resuenan en mis oídos voces femeninas educadoras diciendo “Tómatelo rapidito para que no se le vayan las vitaminas…”. A la par que saboreaba la posterior tostada con jamón y aceite, leía en mi Tablet un artículo desmintiendo el hecho de que el zumo pierda sus propiedades con el paso de las horas. “Tan sólo ve modificado un poco su sabor”, terminaba la autora aguafiestas. Salí a dar un paseo y aproveché a hacer recaditos. Paré en la droguería a comprar aguarrás y me volví a preguntar, como de niña, por qué recórcholis se llamará de esa manera. Le pregunté a Siri y me contestó en francés, curiosamente. Los niños habían cambiado el modo del idioma. Además de darme los buenos días tan amablemente como siempre, Siri me explicó que el vocablo viene del holandés “droog”.

Buenas... noches

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Buenas ... ... noches. A dormir ... ... mucho. Hasta ... ... mañana. Que descanses ... ... mucho. Si Dios ...  ... quiere. Adiós...  ... chat@. Te quiero ...  ... infinito. Te quiero un ocho tumbado, unas gafas y dos círculos tumbados ... ... pegados... ... y ...  ... atornillados.

A su debido tiempo

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A su debido tiempo Cuando la vida era lenta te gustaba flirtear con las palabras; dedicar el tiempo a mirarte al espejo; andar despacio sin darte cuenta; hacer nada mucho tiempo sin prisa.  Eran lentos los pasos y lentas las miradas.  Y lento era el paso del tiempo... Un día daba de sí y  en una semana cabían mil vidas, mil sentimientos - todos ellos recordados - sin luchar contra la memoria... Los días tenían de verdad 24 horas y cada minuto su 60 segundos, todos ellos íntegros, verdaderos, vividos, inmensos.  Un verano era casi una eternidad: con sus altibajos, sus momentos de euforia, sus reveses. Con rostro quemado y olor a after sun. En un mes un amigo era tu mejor amigo; un profesor, el mejor profesor de la historia; cualquier libro, el mejor libro leído. La canción de tu vida sonaba en la radio una vez y ya lo era.  Cada aprendizaje era un descubrimiento, aunque a veces creías saberlo todo... desconociéndolo todo. En una noche podías aprender lo q

¿Me cantas?

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¿Me cantas? Duérmete pronto mi bien Violeta nació con los ojos bien abiertos, eso saltaba a la vista. Pero lo que tenía verdaderamente bien abiertas eran las orejas; eso merecía algo más de atención para percatarse. Los primeros días de su vida transcurrieron entre sonidos de hospital, voces de desconocidos que traían flores y bombones, recomendaciones de enfermeras y doctores y, cuando - por fin- a su madre la dejaban sola en la habitación, palabras cariñosas aún sin significado para ella, pero con pinta de salir del corazón… y una dulce nana: -           “Duérmete pronto mi bien”. Había pasado de los sonidos amortiguados que le llegaban a través de la tripita de mamá a otros mucho más puros, más intensos. Esa voz que tantos meses había escuchado apagada, ahora casi retumbaba. Nítida, limpia. Los ojos y las orejas bien abiertos de Violeta se mantuvieron así día tras día. Cada noche después del baño y mientras tomaba el biberón, aquella dulce nana reconfortaba