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Bajantes

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El temita de las bajantes terminó por destrozarlo todo.  Ya nos había bajado la líbido…no recuerdo cuándo.  Él se había bajado los pantalones sólo en contadas ocasiones.  Habíamos bajado, hasta reducirlo a cero, los viajes, los conciertos, las cenas…  Me bajaba el sonido de la tele cada noche como si no recordara la cuestión de mis audífonos.  Bajaba constantemente el dinero de la cuenta corriente. Y yo musitaba "por lo bajini" lo pesado que se había vuelto. Pero, de todo, el remate fue lo de las bajantes. Quizás, además de recoger las aguas residuales, recogían también los restos putrefactos de nuestra relación de más de cincuenta años.

Cuéntame un cuento

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Nos cuentan. Los contamos.  Con los dedos de una mano y los de la otra después. Luego los números van por decenas y en la historia por centenas...hasta que llegan los siglos.  Nos apremian en la cartera, en el wallet o en la cuenta bancaria, que ya es una app de un banco donde en realidad no hay dinero. Nos estrujan la cabeza con sus inquietantes fórmulas matemáticas, que siempre cuadran mostrando su extrema perfección.  Nos evalúan del 1 al 10 con regañina o sonrisa del padre, de la madre, del profe... Nos miden hasta 1,90 y te llaman jirafa y desde 1,50 y te llaman tapón. Los cantan los niños, los veneran los físicos, los idolatran los cuánticos.  Nos encuestan, nos pesan, nos remuneran. Los suman los bebés. Los restan los ancianos. Y encima de una tarta, al derecho y al revés, misteriosas coincidencias, las edades de dos personas suman siempre lo mismo. Cada año. La última vez... séis, que es un bien. O, para mí, un requetebién. Que la vida cuente. 

Tres veces

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Se santiguó tres veces: el ritual de todos los que le habían precedido.  La primera rezó a San Pedro Regalado.  La segunda a la Virgen del Carmen. La tercera pidió por su madre, quien pedía, a su vez, a su Virgen preferida y a San Pedro que su hijo no muriera en aquella faena.  El primero le regaló un par de "cornás" La segunda, una revolera, una media verónica y un pase de pecho.  Su madre le regaló el coraje con el que el torero sin vocación negó tres veces al toro y a la plaza...mientras de fondo...cantaba un gallo.

Enemigo atontolinao

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Las malas noticias disparan por la espalda, como el enemigo cobarde, bobo, atontolinao . Coge un rifle y tira sin rumbo, como si llevara balines de feria, de esos que nunca dan al oso de peluche grande porque estan trucados.  Son una patada en el estómago. Peor que una mala digestión, sin Álmax, sin Omeprazol. Creer que comías el marisco más sabroso y notar la intoxicación el día después.  Igual que el infeliz adolescente que se acerca, insensato, al tequila. Se  sobresalta del mismo modo que lo hacen sus papilas al percibir, a partes iguales, la sal y el limón. Y en primerísimo plano la colonia de bebé.  Como se siente la traición del amigo, pleno martillazo en la cabeza plagado de recuerdos imborrables juntos. Cariño emborronado. Así son. Llegan. Inevitablemente. Llegan...pero se van. Llegan...pero se van... Llegan pero se van.  Así, como las olas en la playa.  Saltar, nadar, sumergirte, seguir la ola, hundirte, surfear... Y, según hayas entendido el mar y sus secretos,  secarte al s

Algo de ritmo

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  Con los humanos como atracción estelar es como empezaba el espectáculo. Todos colocados en casillas: unos marcados con ceros, otros con unos. 0     1     0     1     0     1     0     1     0     1     0     1     0     1     0     1     0     1     0     1      Uniformados, anodinos, atontados, descerebrados. ...ados... ados...ados...ados...ados...ados... El show era soso a más no poder. Mucho código, mucha data, mucho block, mucho chain. Mucha predicción cumplida. Artistas invitadas: Alexa, Siri, Cortana. Tres voces sugerentes del panorama más influyente. Disculpa pero no te he entendido, disculpa pero no te he entendido, disculpa pero no te he entendido. Y mucha máquina aplaudiendo con sonido de lata. Clon, clon, clon, clon, clon, clon..... Demasiado algoritmo. Sin algo, sin ritmo.  Un bodrio. Se nos fue de las manos la inteligencia artificial.

Polvo eres

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  El montoncito de arena que se está formando a mis pies me hace sospechar algo. Me deshago, me desintegro, me desvanezco… Muero. “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Y, así, estoy viendo cómo me voy. Y, mientras muero, me doy cuenta de que ese montón de arena no soy yo. Yo ya no estoy. A mis pies está naciendo ella y esto es un nuevo Edén. Mi costilla no sirve. Eva nace de mi muerte y el Génesis es otro. ¡Vamos Eva! ¡Dalo todo! ¡Que la mujer está de moda en el siglo XXI!